Capital humano y universidad pública gratuita

El Dr. en Filosofía, Alejandro Ruidrejo, quien se desempeña desde 2022 como Presidente del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta, reflexiona en torno a la crítica situación del sistema universitario nacional, la concepción de capital humano y la postura que toma las autoridades del Ejecutivo nacional. 

El último discurso presidencial nos dice que la universidad pública y gratuita no está en discusión y a la par presenta una recuperación de la teoría del capital humano, que la coloca como pieza central en la explicación del crecimiento económico. Por último, reafirma una genealogía del liberalismo nacional en la que se enrola.

No es posible sacar a la universidad pública de la discusión si se piensa en la educación a partir de la acepción que la Escuela de Chicago le otorga a la noción de capital humano. La imposibilidad consiste en que cuando Theodore Schultz, uno de los economistas que el presidente no citó en su genealogía incompleta, publicó su Investment in human capital, en 1961, para explicar las causas del crecimiento económico a través del rédito que había generado la inversión en educación pública y privada, lo hizo en el marco de los debates que Milton Friedman había abierto sobre la aplicación de vouchers educativos desde 1955. En esos momentos, Schultz aportó a la fundamentación de la inversión pública en educación. Pero como señala Simon Marginson, tanto Milton Friedman como Gary Becker fueron tempranamente fuertes opositores a las políticas de inversión en capital humano que colocaban al Estado en el centro del financiamiento. 

En 1962, Friedman publica Capitalism and Freedom donde revisa su trabajo sobre el papel del gobierno en la educación escrito en 1955, allí introduce los aportes de Becker y Schultz para pensar la inversión en capital humano como una exclusiva responsabilidad individual y familiar. Cuando pocos años después, la crisis de los años ’70 erosionó los fundamentos de las intervenciones estatales en la economía y en la seguridad social y se generó un entorno más favorable para pensar el capital humano despojado de las cualidades que se le habían reconocido en términos de los beneficios sociales, las tesis de Friedman sobre el papel del gobierno y el carácter privado de los beneficios de la educación, junto con las ecuaciones del capital humano de Becker, se convirtieron en una nueva ortodoxia.

Cuando el anarcocapitalismo gobernante nos dice que quiere destruir el Estado desde adentro y se apoya en la versión neoliberal de la Teoría del Capital Humano, para gestionar la educación, no puede, sin engañar, sostener que no está discutiendo el valor de la gratuidad y de lo público que se acuñaron en nuestras universidades.

La noción de capital humano tiene un rol central en la manera en que somos gobernados, emerge por primera vez en la historia de los ministerios que gestionan la educación. Pero su historia no se reduce a los relatos de las genealogías neoliberales, las excede largamente. En nuestro país, una amplia discusión sobre el tema se dio desde las primeras décadas del siglo pasado, Gregorio Aráoz Alfaro escribió sobre el cuidado del capital humano de la nación, el propio Perón, afirmó la importancia del capital humano para el cuidado de la población, y su ministro de salud, Ramón Carrillo, en Archivos de la Secretaría de Salud Pública, sostuvo: “porque el capital humano, en la doctrina peronista, es lo que más interesa al Estado”.

La disputa en torno al valor de lo público será también, nuevamente, la pugna por el pasado.

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